Sin embargo, Cemayus se encontraba en otra época, y seguramente hacía muchos años que la guerra contra Unco-Jón había terminado, con un resultado que Cemayus desconocía. Así que el único cometido que tenía ahora la pornoamazona era descubrir el modo de volver a su época y, si surgía, librarse del enano rojo cabezón. Después de conocer en un puesto de información todo lo que necesitaba sobre aquel nuevo mundo, Cemayus decidió que su próximo paso sería consultar al Oráculo de Toloveo, en las montañas Fresqüisuis, algo que hacía 800 años ya estaba de moda, para conocer cuál era el modo de volver a su tiempo.
“Casualmente”, Kroma se dirigía al mismo lugar, en busca de la forma de derrocar a su malvada hermana Pendulita, y ya de paso averiguar dónde escondió las galletitas de dinosaurios que le regaló su mamá.
Antes de ponerse en marcha, al autor le salió de las narices que en este relato (MI relato) había muy poca acción, así que una docena de, euh… de ositos… de peluche asesinos, sí, eso está bien, una docena de ositos de peluche asesinos aparecieron de la nada, armados con todo tipo de mortíferas armas, como facas, lanzas, rodillos de amasar y pingüinos atados a cadenas.
-Mi nombre es Mimosón- dijo el que parecía el líder, un oso grandote y blanco que olía a flores- y venimos a darle emoción al relato.
-¿Cuáles son vuestras malvadas intenciones?- quiso saber Cemayus- ¿Y qué queréis de nosotros?
- Euh…- Mimosón parecía confuso- sí.
-¿Sí, qué?
- Euh… mato- el líder se volvió hacia sus secuaces, esperando su aprobación.
Los osos asintieron al unísono.
-¡Matamos!- dijeron todos a la vez.
-Y comemos turrón- añadió un oso pequeño y ajado en cuya etiqueta se podía leer:
“Propiedad de Miguel, no tocar. Firmado, Wendy”.
-Sí, también comemos turrón- confirmó Mimosón- pero solo sábados, domingos y festivos.
Cemayus, algo cansadita de tanta chorrada, desenfundó su… hacha Jodienda (¿Cómo será la funda de un hacha?) y con su voz grave de amazona soprano (maldita sea, olvidé describir a Cemayus, voy a hacerlo ahora… bueno, mejor cuando esté rodeada de cadáveres de ositos de peluche, queda más dramático) rugió:
-¡Malditos productos de la imaginación de un escritor peligrosamente aburrido! ¡Calláos ya y probad el sabor de mi hacha,
Descargó un golpe furioso +2 de Fuerza por Daño crítico sobre el primer osito que pilló, arrancándole la cabeza y desparramando sus sesos de algodón por todo el lugar.
Tras unos instantes de sorpresa, el resto de ositos se abalanzaron sobre ella con sus armas, con Mimosón y su pingüino con cadena a la cabeza.
Cemayus evadió una lanzada y paró con Jodienda un picotazo de pingüino, descargando seguidamente cuatro patadas en los pendientes genitales que dejaron a otros tantos ositos sin puntos en el carné de padre. Kroma, que seguía la lucha con atención, una Cola y un bote de palomitas, se vio atacado por otro osito y su rodillo de amasar, pero pudo esquivarlo a tiempo, contraatacando después con una
que le chamuscó la cara y el amor propio.
La batalla se fue transformando en un monótono intercambio de tajos, golpes, fluidos estomacales y sangre de peluche que NO describiremos aquí (Pero sí en
FIN DE
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