sábado, 5 de junio de 2010

III: LÁGRIMAS, MUERTE Y PLANES DE VIAJE


¿Quiénes sois vosotros?- preguntó Cemayus amenazante-, ¿Y dónde está la cabeza del Oráculo?

- ¿El Oráculo?- Inai frunció el ceño, confuso.

- El tipo sin cabeza, Inai- explicó Marakalay.

- ¿Quién es Inai?

- Tú eres Inai.

- ¿Yo?- preguntó el chaval-. ¿Entonces no soy Cemayus?

- Yo soy Cemayus, ¿Y cómo conoces mi nombre?

- ¿Y quién es Loco Azufre Hitty?- continuó el chico.

- Nadie es Loco Azuf… maldita sea- Marakalay golpeó en la pared con el puño-, cierra la boca.

- Aclarémonos- sugirió Kroma.

- Es que a mi me gusta ser oscuro- respondió Inai.

Basta. Ya está. Se acabó. Seguimos con la maldita historia.

- Muy bien- sentenció Cemayus-, esto es lo que vamos a hacer. Para no tener que soportar otros dos capítulos más de chorradas y estupideces sin sentido en los que nos conocemos, propongo que nos presentemos uno a uno y que expliquemos nuestros propósitos. Yo, por ejemplo, soy la Chica con C Mayúscula, más conocida como Cemayus, y vengo de otra época por que a la nave marca ACME de este tío- señaló a Kroma- le salió de las narices. Mi objetivo es encontrar un modo de volver a casa y, si por el camino puedo librarme del canijo rojo, pues chachi piruleta.

Kroma dio un paso adelante.

- Yo soy Kroma.

- ¡Hola, Kroma!- respondieron todos al unísono, al más puro estilo terapia de grupo.

- He venido a PLANETA TIERRA huyendo de mi hermana, la diosa Pendulita, y ahora busco un modo de detener sus malvados y megalómanos planes de dominación mundial. ¿O eran planes de destrucción mundial…? Ya no me acuerdo.

- ¡Bravo, Kroma!- aplaudieron todos al mismo tiempo.

- Yo soy Marakalay- continuó el anciano-, presidente de la Asociación de Sabios Superiores (A.S.S.), y mis investigaciones me han llevado a la conclusión de que algo ocurre en PLANETA TIERRA. Pienso averiguar qué es y cómo detenerlo.

Inai, que jugueteaba con su yo-yó, repasó con la mirada a todos los presentes y comenzó a hablar.

- Mi nombre es Inai Cakahueses, y pertenezco al circo ambulante de Maese P.Landrusk. Hace dos días, mi compañía y yo actuábamos en Kal-gonit, la ciudad pulcra, y tío, flipas, anocheció de pronto, ¡a las doce de la mañana! Por toda la ciudad se oyó una voz en off que acojonaba un huevo, que nos aseguró que todos seríamos reducidos a una variedad poco común de pan de gamba. Así que el alcalde de la ciudad me eligió a mi, por mis dotes acrobáticas y mi, ejem… pericia, para que consultase al Oráculo lo que nos deparaba el futuro. Y aquí estoy.

- ¿Dónde?- preguntó Kroma.

- Aquí, canijo.

Una vez Inai hubo terminado, la recepcionista se dispuso a hablar.

- Yo soy…

- Muy bien- cortó Cemayus-, está claro que todos buscamos un único fin. Propongo que formemos sociedad y vayamos a la busca de la cabeza del Oráculo.

- ¡Pero si está muerto!- exclamó Inai, señalando al fiambre decapitado.

- No es cierto- la amazona negó con la cabeza-. En la época de la que yo vengo, el Oráculo ya existe. Es inmortal, invulnerable e incoloro… aunque no inodoro- hizo una mueca de asco y prosiguió-. Esté donde esté su cabeza, el Oráculo aún puede hablar y predecir el futuro. Solo necesitamos saber quién se lo llevó.

- Esta mañana- saltó la recepcionista de pronto- han llegado dos tipos sospechosos que buscaban al Oráculo. Puede que hayan sido ellos.

- ¡Estupendo!- exclamó Marakalay- ¡Podemos empezar por ahí! ¿Cómo eran esos tipos?

- Ummmm… veamos- la chica pensó unos instantes-, uno era un anciano bastante gordo, con un casco antiguo y oxidado, gafas de cristal ahumando, bigote de morsa y una escopeta enorme. El otro era un chaval como de mi edad, así de alto- indicó, señalando a Inai con la cabeza- y vestido de forma muy extraña, como tú- volvió a dirigirse al acróbata.

- Esos éramos nosotros, petarda- gruñó Inai.

- ¡Oh! ¿Entonces vosotros…?

- No, niña, ellos no lo han hecho- dijo Cemayus, algo cansada-. ¿No se te ocurre alguien más que haya podido ser?

- Bueno, hoy han pasado por aquí dos animadoras adolescentes muy sospechosas, tres testigos de Jehová altamente sospechosos, una docena de monjas extremadamente sospechosas y dos tipos de negro, encapuchados, de ojos oscuros y penetrantes, armados hasta los dientes y nada, nada sospechosos.

Se hizo un incómodo silencio.

- Empezaremos por los encapuchados- decidió Marakalay.

- ¡Pero si la chica ha dicho que no eran nada…!- protestó Inai.

- En serio, será mejor que empecemos por los encapuchados, por mucho que diga esta joven.

- Me llamo…- iba a decir la recepcionista, cuando se vio interrumpida por Cemayus.

- Bien pues, imagino que al pasar a ver al Oráculo dejaron algún tipo de pista.

- Poca cosa- aseguró la chica-. La firma, fecha de nacimiento, dirección del domicilio, nombre del padre, madre o tutor, tarjeta Visa, D.N.I., el reloj y la muela de oro- abrió un cajón de la mesilla de la habitación y comenzó a sacar todos los documentos que había mencionado-, y una foto de carnet.

Cemayus hojeó los documentos, consultó su plano de bolsillo (comprado en el puesto de información) y señaló un punto en él.

- Puerto Congrio- dijo al fin, verificando sus datos con la fecha en que nació Gargamel, la posición de los astros y la temperatura rectal de un pitufo con chistera-. Tengo la certeza de que es ahí donde se esconden nuestros misteriosos ladrones de cabezas.

- Para llegar a Puerto Congrio- Kroma observó el mapa unos instantes-, podemos atravesar la Campiña monacal, descansar en Kal-gonit y cruzar la Cordillera inconclusa. Estaríamos ahí en menos de tres días y siete capítulos.

- En marcha, pues- exclamó Inai-. Todos juntitos en plan coleguitas, hacia Puerto Congrio.

- Pero, ¿Ya?- la recepcionista parecía sorprendida- ¿así, sin equipaje ni nada?

- Maldita sea, chiquilla, esto es un relato fantástico. En estas historias ni se cambian, ni se lavan ni hacen sus cosas.

II: ENCONTRONAZOS EN TOLOVEO

Marakalay el Sabiondo había cruzado a nado los aterradores pantanos de Sputos y había atravesado el terrorífico Paso de las Cosas Chungas armado solo con su escopeta Fabiola. Había consultado a los más sabios, antiguos y arrugados sabias de la ciudad Antigua y Arrugada y había vencido a una tribu entera de gnomos asesinos de pocilga solo con una gallina atada a una cadena y dos paquetes de galletas.

Y al fin, después de tantos suplicios, había llegado. Las montañas Fresqüisuis, más concretamente el Templo del Oráculo de Toloveo, se alzaba blanco, imponente y mal conservado, ante él.

Dos pasos más y llegaría ante Recepción, por fin, tras tanto tiempo, tantos esfuerzos, ya estaba casi allí. Solo un paso más. La recepcionista, que estaba limándose las uñas distraída, no notó su presencia. Solo medio paso más…

- Lo siento, cerrado por vacaciones.

Marakalay sintió como si un ogro de cuatro metros le arreaba un mazazo en el cráneo, justamente en ese punto de la coronilla que tanto escuece.

- ¿C-cómo que está cerrado? ¡Necesito entrar!

- Lo siento, abuelo. Está cerrado- repitió la chica de la recepción, mascando chicle y señalando descaradamente a un cartel que rezaba “ABIERTO”.

- Escúchame, niñita- gruñó el anciano-, he cruzado a nado los aterradores pantanos de Sputos, he atravesado el terrorífico Paso de las Cosas Chungas armado solo con mi…

- Sí, sí, abuelo, lo he leído en el párrafo anterior. Sigue estando cerrado- interrumpió la chica, golpeando repetidamente con su lima de uñas el cartel de “ABIERTO”.

- No lo entiendes, niña. El mal se cierne sobre PLANETA TIERRA. Las catástrofes se suceden sin parar, las bestias salen de sus escondrijos, los demonios resurgen en su reino, las vacas dan leche aguada y los humoristas políticamente incorrectos pierden popularidad. ¡Necesito hablar con el Oráculo!

La recepcionista, totalmente concentrada en mascar chicle y hacerse una buena manicura, se limitó a ignorarle esta vez. Marakalay, frustrado y abatido, se dio la vuelta para volver por donde había venido, pero de pronto oyó una voz a sus espaldas.

- Eh, abuelo, ¿Quiere pasar?

Marakalay volvió la cabeza en dirección a la voz. Se trataba de un chaval de atuendo estrafalario, que jugueteaba distraídamente con un yo-yó y miraba a la chica recepcionista con interés.

- Conozco un modo de conseguirlo.

La chica estaba tan concentrada en su manicura que ni siquiera escuchaba lo que decía el chaval. Marakalay se acercó al chico, desconfiado.

- ¿Y qué es lo que quieres a cambio? No tengo drogas e esas que tomáis los jóvenes- mintió el anciano.

- Me llamo Inai- se presentó el chaval-, y no quiero nada a cambio, abuelo, me ha caído usted bien. Escuche atentamente mi plan.

Marakalay no tenía ni idea de cómo había sucedido, pero Inai había conseguido en unos nueve segundos y con una goma, un pistacho, dos palos de fregona y una cuchilla de afeitar que la recepción, chica incluida, acabara reducida a un montón de papilla verdosa, y que en el cartel de “ABIERTO” se leyera ahora “MUY ABIERTO”.

Tras recuperarse de la impresión, Marakalay atravesó la puerta del templo del Oráculo, seguido de Inai.

Caminaron durante unos minutos por un oscuro pasadizo de mármol hasta llegar ante una puerta en cuya madrea se podía leer “Camerino del Oráculo” en letras doradas y Arial Black 12. Al otro lado de la puerta había una gran habitación cubierta de telas y sábanas de todos los colores. En el centro de la estancia, en la posición del loto, había un hombre de aspecto corriente, vestido con una túnica gris, algo corpulento y con grandes manos, como una persona cualquiera, vamos. Exceptuando que no tenía cabeza.

- Madre mía, este hombre sale mejor en las revistas- dijo Marakalay-. Claro, el Fotochop, que hace milagros.

- ¿Está tonto, abuelo?- Inai le dio una colleja al sabio-. Que el rapaz está fiambre. ¡Que lo han decapitao!

- Ah, claro, así que no le veía yo las orejas por ningún lado.

- No lo entiendo, abuelo, ¿quién ha podido chafar asín al Oráculo?

- ¡Oh, santo Patricio!- exclamó una voz femenina a sus espaldas-. ¡Ay que me han matado al Oráculo!- se trataba de la extrañamente viva recepcionista.

- ¡Señorita, está usted viva!- dijo Marakalay, confuso.

- No hemos sido nosotros, siñá- aseguró Inai-, el tipo ya había perdido la cabeza cuando hemos llegado.

- Nunca estuvo muy cuerdo, ciertamente- reconoció la recepcionista-, pero nunca pensé que perdería la cabeza de este modo.

Inai iba a hablar, dispuesto a alargar el chiste del doble sentido unas cuantas líneas más, pero el escritor pudo con la tentación he hizo que otra voz les interrumpiera a sus espaldas.

- Vaya fiasco, el pitoniso está defuncionado- se quejó Kroma. A saber qué excusa utilizo yo ahora para ir detrás de la maciza.

- Te he oído, maldito canijo - dijo OTRA voz más a sus espaldas aún (No sé cómo se las apañan para que las voces siempre suenen a sus espaldas).

- Y otra voz mucho, pero que mucho más a sus espaldas…

- - Que no- me interrumpió Cemayus-, que más atrás ya no hay espacio, que está la pared.

Ah. Pues vale. Ya están todos.