sábado, 5 de junio de 2010

II: ENCONTRONAZOS EN TOLOVEO

Marakalay el Sabiondo había cruzado a nado los aterradores pantanos de Sputos y había atravesado el terrorífico Paso de las Cosas Chungas armado solo con su escopeta Fabiola. Había consultado a los más sabios, antiguos y arrugados sabias de la ciudad Antigua y Arrugada y había vencido a una tribu entera de gnomos asesinos de pocilga solo con una gallina atada a una cadena y dos paquetes de galletas.

Y al fin, después de tantos suplicios, había llegado. Las montañas Fresqüisuis, más concretamente el Templo del Oráculo de Toloveo, se alzaba blanco, imponente y mal conservado, ante él.

Dos pasos más y llegaría ante Recepción, por fin, tras tanto tiempo, tantos esfuerzos, ya estaba casi allí. Solo un paso más. La recepcionista, que estaba limándose las uñas distraída, no notó su presencia. Solo medio paso más…

- Lo siento, cerrado por vacaciones.

Marakalay sintió como si un ogro de cuatro metros le arreaba un mazazo en el cráneo, justamente en ese punto de la coronilla que tanto escuece.

- ¿C-cómo que está cerrado? ¡Necesito entrar!

- Lo siento, abuelo. Está cerrado- repitió la chica de la recepción, mascando chicle y señalando descaradamente a un cartel que rezaba “ABIERTO”.

- Escúchame, niñita- gruñó el anciano-, he cruzado a nado los aterradores pantanos de Sputos, he atravesado el terrorífico Paso de las Cosas Chungas armado solo con mi…

- Sí, sí, abuelo, lo he leído en el párrafo anterior. Sigue estando cerrado- interrumpió la chica, golpeando repetidamente con su lima de uñas el cartel de “ABIERTO”.

- No lo entiendes, niña. El mal se cierne sobre PLANETA TIERRA. Las catástrofes se suceden sin parar, las bestias salen de sus escondrijos, los demonios resurgen en su reino, las vacas dan leche aguada y los humoristas políticamente incorrectos pierden popularidad. ¡Necesito hablar con el Oráculo!

La recepcionista, totalmente concentrada en mascar chicle y hacerse una buena manicura, se limitó a ignorarle esta vez. Marakalay, frustrado y abatido, se dio la vuelta para volver por donde había venido, pero de pronto oyó una voz a sus espaldas.

- Eh, abuelo, ¿Quiere pasar?

Marakalay volvió la cabeza en dirección a la voz. Se trataba de un chaval de atuendo estrafalario, que jugueteaba distraídamente con un yo-yó y miraba a la chica recepcionista con interés.

- Conozco un modo de conseguirlo.

La chica estaba tan concentrada en su manicura que ni siquiera escuchaba lo que decía el chaval. Marakalay se acercó al chico, desconfiado.

- ¿Y qué es lo que quieres a cambio? No tengo drogas e esas que tomáis los jóvenes- mintió el anciano.

- Me llamo Inai- se presentó el chaval-, y no quiero nada a cambio, abuelo, me ha caído usted bien. Escuche atentamente mi plan.

Marakalay no tenía ni idea de cómo había sucedido, pero Inai había conseguido en unos nueve segundos y con una goma, un pistacho, dos palos de fregona y una cuchilla de afeitar que la recepción, chica incluida, acabara reducida a un montón de papilla verdosa, y que en el cartel de “ABIERTO” se leyera ahora “MUY ABIERTO”.

Tras recuperarse de la impresión, Marakalay atravesó la puerta del templo del Oráculo, seguido de Inai.

Caminaron durante unos minutos por un oscuro pasadizo de mármol hasta llegar ante una puerta en cuya madrea se podía leer “Camerino del Oráculo” en letras doradas y Arial Black 12. Al otro lado de la puerta había una gran habitación cubierta de telas y sábanas de todos los colores. En el centro de la estancia, en la posición del loto, había un hombre de aspecto corriente, vestido con una túnica gris, algo corpulento y con grandes manos, como una persona cualquiera, vamos. Exceptuando que no tenía cabeza.

- Madre mía, este hombre sale mejor en las revistas- dijo Marakalay-. Claro, el Fotochop, que hace milagros.

- ¿Está tonto, abuelo?- Inai le dio una colleja al sabio-. Que el rapaz está fiambre. ¡Que lo han decapitao!

- Ah, claro, así que no le veía yo las orejas por ningún lado.

- No lo entiendo, abuelo, ¿quién ha podido chafar asín al Oráculo?

- ¡Oh, santo Patricio!- exclamó una voz femenina a sus espaldas-. ¡Ay que me han matado al Oráculo!- se trataba de la extrañamente viva recepcionista.

- ¡Señorita, está usted viva!- dijo Marakalay, confuso.

- No hemos sido nosotros, siñá- aseguró Inai-, el tipo ya había perdido la cabeza cuando hemos llegado.

- Nunca estuvo muy cuerdo, ciertamente- reconoció la recepcionista-, pero nunca pensé que perdería la cabeza de este modo.

Inai iba a hablar, dispuesto a alargar el chiste del doble sentido unas cuantas líneas más, pero el escritor pudo con la tentación he hizo que otra voz les interrumpiera a sus espaldas.

- Vaya fiasco, el pitoniso está defuncionado- se quejó Kroma. A saber qué excusa utilizo yo ahora para ir detrás de la maciza.

- Te he oído, maldito canijo - dijo OTRA voz más a sus espaldas aún (No sé cómo se las apañan para que las voces siempre suenen a sus espaldas).

- Y otra voz mucho, pero que mucho más a sus espaldas…

- - Que no- me interrumpió Cemayus-, que más atrás ya no hay espacio, que está la pared.

Ah. Pues vale. Ya están todos.

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